Los salacencos del siglo XVI quisieron tener un escudo propio que patentizase su naciente nobleza y los distinguiese con claridad de la antigua. Por eso, se dirigen en 1564 al rey, exponiéndole su legítima ambición, que es tomada en consideración, aunque la oposición de los hidalgos antiguos, que veían en perspectiva la perdida de otra de sus posiciones, retrasó un poco la concesión del correspondiente privilegio.
El ansiado privilegio es concedido, al fin, en 6 de mayo de 1566, teniendo en cuenta S.M. los méritos alegados y el ser Valle «frontero de Francia», como se hace constar expresamente en el documento.
En adelante, los salacencos podrían ostentar en sus capillas y reposteros las preciadas armas otorgadas por Felipe II, símbolo de un pueblo ganadero, acechado siempre por el enemigo:
«Un lobo negro sin corona, con las uñas doradas y un cordero plateado en la boca atravesado con los cuernos dorados, según reza el privilegio»; lo que en términos heráldicos describiríamos así: «De gules y un lobo de sable cebado en un cordero de plata cornado y pezuñado de oro» Desde esta fecha, las serias leyes nobiliarias de Navarra, autorizaron, con criterio algo restrictivo, la adquisición de Ejecutorias de Hidalguía a los que demostrasen ser originarios del Valle y radicar en casa vecinal de sus pueblos.
Este blasón corresponde también a cada una de las villas del Valle de Salazar.
Aparece este escudo de armas en la fachada de numerosas casas en todos los pueblos del Valle.